un perro así
con cara de lobo
y ojos de lobo
y una perra de
ojos celestes
flaca y brillante
a los dos los
tuve en una casa de la que pude huir
había que comer
después
de la primera
helada
la sombra del
olmo
la ropa
endurecida en el cordel
los postigos
abiertos como brazos
el despertar de
los vivos
mi voz llamando
con pócimas
cuando todos se
iban les cocinaba a los perros
me gustaba verlos
dar vueltas alrededor de mis pies
los ojos
agradecidos de los perros
cuando huelen la
comida
la saliva
confundida en los charcos de espejo
los ladridos de
bicho que te quiere
que te quiere
tanto
tanto
que cuando
encontrás al primero llorás como una nena
y cuando
encontrás al segundo
ya no hay motivos
para permanecer
los bichos se
quedan calentitos bajo tierra
vos agarrás los
bolsos los hijos las fotos
tomás el micro
y no volvés más
nunca más
ni siquiera en el
viaje interminable de los libros volvés
porque ya tuviste
dos perros
una casa
un jardín
muchos hijos
una vereda de
pinos
y un horizonte de
maíz
toda esa abundancia
en medio de tanta soledad